domingo, 1 de agosto de 2010

HOMBRES Y VIOLENCIA DE GÉNERO MÁS ALLÁ DE LOS MALTRATADORES Y DE LOS FACTORES DE RIESGO I


Este Artículo está destinado a reseñar bibliografía disponible en Internet, específicamente esta estupenda publicación.

HOMBRES Y VIOLENCIA DE GÉNERO

MÁS ALLÁ DE LOS MALTRATADORES

Y DE LOS FACTORES DE RIESGO

Luis Bonino

Luis Bonino es un autor con trayectoria, compromiso y experiencia y personalmente encuentro que sus publicaciones están escritas con claridad, basadas en experiencia psicoterapéutica e investigación, y que son muy útiles para alumbrar ciertas acciones ambiguas de lo cotidiano, recomiendo muy especialmente Micromachismos, donde con un trabajo de hormiga desentierra el machismo sutil de las parejas, que a las mujeres nos confunde. En fin las invito a revisar su página web http://www.luisbonino.com/ y aca encontraran sus publicaciones en internet.


Hombres y Violencia, es un informe cuyo objeto es:


realizar una descripción del estado de la situación del campo de las intervenciones e investigaciones específicas con hombres en relación a la violencia masculina contra las mujeres, centrándose especialmente en aquellas dirigidas a los que se les suele definir como igualitarios y no violentos”.

Basado en la siguiente premisa:


La perspectiva de género nos ha mostrado sin duda que la violencia de género no es un problema «de» las mujeres sino un problema «para» ellas, un problema del que sufren sus efectos, un problema de una sociedad aun androcéntrica y patriarcal que las inferioriza y se resiste al cambio, y finalmente un problema de los hombres, que son quienes la ejercen para mantener el «orden de género», la toleran y la legitiman con mayor frecuencia. Son las normas de este tipo de sociedad las que la propician y toleran la violencia, y son generalmente ellos quienes la ejercen de diversos modos y en diferentes ámbitos.


Desde un enfoque integral de la violencia de género excluir a los hombres como objetivo específico de intervención no es adecuado. Son ellos quienes producen mayoritariamente el problema en lo público y en lo doméstico, y son ellos los que aun tienen más poder social, necesario para tomar decisiones privadas, públicas y políticas para la erradicación de la violencia de género.

Incluirlos supone tenerlos en cuenta como sujetos posibles, no sólo de sanciones judiciales, sino también de investigación, prevención y compromiso.


Dados los diferentes formatos de ejercicio de la violencia, no existen hombres violentos y hombres no violentos hacia las mujeres como categorías dicotómicas.



Todos los hombres se encuentran en un algún punto del continumm violencia/ no violencia, y por eso todos ellos son —y deben ser— sujetos posibles de intervención en las estrategias de prevención.


LOS VICIOS DE LA INVESTIGACION EN VIOLENCIA

- Primero que nada son escasas.

- De las que existen, la mayoría apuntan a estudiar «el perfil» de los maltratadores focalizándose en evaluar sus anormalidades, clasificándolos desde la psicopatología y los factores desencadenantes como el uso de alcohol y drogas.


En (España) algunos autores describen a los violentos en general o los que sólo lo son en el hogar y a quienes no tienen habilidades interpersonales o los que carecen de control de impulsos (Echeburúa, Corral, 1998), y en los países anglosajones, a los controladores, los inestables o los psicópatas (Saunders, 1992, 1998), los narcisistas paranoides o los fóbico–borderlines (Gondolf, 2002), y pitbull o cobras (Jacobson y Gottman, 1998).


La limitación de estos perfiles y las investigaciones de las que derivan es muy alta y además el no reconocimiento de esta limitación supone un riesgo. La limitación referida está dada porque el foco de atención se centra generalmente en una muestra muy parcial: los hombres que suelen entrevistarse para estudiar son sólo aquellos que ejercen formas de violencia física punible legalmente (…) no más del 5% de los maltratadores de pareja.


El riesgo (difundir) que sólo hombres con esas características son maltratadores y por tanto invisibilizando a la mayoría de los maltratadores que ejercen formas de violencia física «menor», psicológica, sexual o patrimonial, y que tienen sólo en común el ser hombres «masculinos» (Lorente, 2005). Con ello, estos hombres no son reconocidos, quedan «normalizados» y por tanto legitimados, impunes.


Y el riesgo se consolida cuando estas investigaciones contribuyen a perpetuar los mitos sobre la supuesta perturbación psicológica o socioeconómica de los maltratadores, que se convierten en las excusas y las justificaciones que los mismos maltratadores y sus víctimas repiten: «No se pudo contener», «se guarda todo y luego explota», «estaba bebido» «no sabe comunicarse », «es muy inestable», «no aguanta a su mujer que es una insoportable», etc.


una de las carencias más notoria que se (…) es la falta de estudios que se centren en los hombres que no ejercen violencia y en los que la combaten: cómo son, sus razones, qué factores potenciaron u obstaculizaron el cultivo de la igualdad y la no violencia, los caminos de sus transformaciones, las diferencias entre ellos, sus prioridades, etc. Esta carencia resta posibilidades a las estrategias de prevención de la violencia de género, dado que impide aportar elementos de comprensión —y por tanto de intervención— acerca de los factores individuales y ambientales propios de estos hombres que favorecen en ellos la antiviolencia y la igualdad de género.


MUY INTERESANTE, EL EFECTO DEL MOVIMIENTO DE MUJERES Y FEMINISTA EN LOS HOMBRES DESDE LA INVESTIGACIÓN

Impacto en los hombres de los cambios de las mujeres


Muchos de los cambios masculinos hacia la no violencia y la igualdad no se han dado por iniciativa propia, sino que han sido respuesta a las luchas femeninas por la igualdad en lo público y en lo doméstico. Algunas investigaciones sobre la reacción de los hombres, —tanto a nivel individual como a nivel grupal— hacia el cambio de las mujeres (Deven y otros, 1998; Godenzi, 1999; Bonino 2005) nos muestran que no todos los hombres han respondido de igual manera al cambio femenino, lo que permite describir al menos tres perfiles diferenciados.


Hombres favorables a los cambios de las mujeres


Estos hombres predominan entre los jóvenes, de estudios superiores, solteros, sin hijos, relacionados con mujeres que trabajan en el ámbito público, que viven en ciudades grandes, y que están menos apegados al modelo masculino tradicional.


Algunos pocos cuestionan su propio rol: algunos son compañeros, claramente proclives a los cambios de las mujeres, defensores de la igualdad desde la vivencia y la experiencia y atentos a cambiar para permitir una convivencia igualitaria. Las investigaciones indican que estos hombres representan actualmente no más del 5% de la población europea.


Otros —en aumento—, son acompañantes pasivos que delegan la iniciativa en las mujeres, provocando una inversión de los roles tradicionales donde ellos no asumen casi ningún comportamiento «masculino».


Otros en cambio no cuestionan su propio rol: son los varones utilitarios que se benefician de los cambios de las mujeres (por ejemplo en la pareja que ella trabaje e ingrese dinero) sin reciprocidad. Son llamados también igualitarios unidireccionales ya que aceptan que las mujeres asuman «funciones masculinas» pero no a la inversa. En la práctica estos varones son desigualitarios porque sobrecargan a las mujeres.


Los varones utilitarios y acompañantes se definen a favor del cambio de las mujeres aunque lo son mucho más a nivel de sus ideas que de su práctica, creyendo mayoritariamente que la lucha por la igualdad la deben afrontar sólo las mujeres.

Hombres contrarios a los cambios de las mujeres


Se encuentran más frecuentemente entre los mayores de 55 años (y en aumento actualmente entre los menores de 21 años), o entre aquellos con estudios medios, relacionados con mujeres que sólo realizan tareas domésticas, desempleados, trabajadores no cualificados o que viven en ciudades pequeñas.


Tienen un discurso androcéntrico, machista o paternalista y habitualmente niegan que exista desigualdad ya que tienen una visión complementarista, en la que mujeres y hombres son iguales en la diferencia.


Reconocen que las mujeres son más autosuficientes en la actualidad, pero lo valoran únicamente si ellas no defienden sus derechos ante ellos. Si éstas lo hacen, suelen reaccionar con ira, alejándose en actitud victimista o actuando con diversos grados de violencia para «ponerlas en su lugar», ya que ellas «atacan» los roles genéricos establecidos. Son resistentes al cambio al que no ven como necesario, habitualmente antifeministas, descalificadores, demonizadores o desconocedores de las reivindicaciones femeninas.


Suelen entender la lucha de las mujeres no como reivindicación de igualdad sino como intentos de éstas para dominar a los varones, o romper el orden social.


No suelen expresar sus ideas públicamente, porque actualmente ningún varón se reconocería como machista sin arriesgarse a recibir una importante sanción social, pero sí lo hacen en privado especialmente cuando no hay mujeres junto a ellos.



Hombres ambivalentes ante el cambio de las mujeres

Predominan en este grupo los varones entre 35 y 55 años, en pareja con mujeres que trabajan en el ámbito público o divorciados, y con hijos. En algunos predomina el acuerdo y en otros el desacuerdo con los cambios de las mujeres, por lo cual en asuntos muy determinados (lo doméstico o el dinero, por ejemplo) se pueden transformar en uno u otro de los varones de las categorías anteriores.


Son los más quejosos, porque se sienten desorientados, incomprendidos y desconcertados por los cambios de las mujeres a quienes ya no pueden (ni muchas veces desean) controlar. Viven estos cambios como una pérdida de rol, reaccionando muy habitualmente con aislamiento o resistencia pasiva. No son varones débiles —como a veces se los describe— sino debilitados y perplejos. La mayoría son resignados-fatalistas que aceptan, con algún inconfesado disgusto, que las mujeres seguirán cambiando mal que les pese a los varones, e intentan acomodarse como pueden. No actúan corresponsablemente pero no entorpecen y tienen conciencia de sentirse desplazados en tanto pertenecientes a un grupo que fue hegemónico.


Algunos permanecen con fuertes ideas machistas, pero por mala conciencia no se animan a manifestarse. Habitualmente creyentes en la igualdad o temerosos de que las mujeres «les ganen» en varios campos, muchos creen que deben cambiar, pero no saben, les da pereza ese trabajo o se resisten a tomar iniciativas porque lo viven como pérdida de privilegios y comodidades. Saben cómo no comportarse, pero no cómo hacerlo de otro modo, y como solución de compromiso, es frecuente que se comporten de un modo restrictivo, pragmático-acomodaticio en su comportamiento, pero vacío de contenido reflexivo. Casi todos se sienten algo cansados de las reivindicaciones femeninas, de lo que se les exige asumir y cambiar, de que no se valoren sus esfuerzos de adaptación, de no ver hasta dónde llegarán las mujeres. Algunos exageran sobre sus cambios y esperan grandes aplausos por «sus sacrificios», pero todos están convencidos que los cambios de las mujeres son imparables.

Algunos se sienten muy descolocados y pueden entrar en una sorda crisis existencial, en la que a veces se deprimen. Algunos pocos se deciden a solicitar psicoterapia (generalmente a iniciativa de sus parejas).


Cabe comentar que, a pesar de lo que suele creerse, casi todos los varones de las tres categorías son plenamente conscientes de las demandas de igualdad de las mujeres, y las estrategias con las que enfrentan dichas demandas les suponen una importante energía cotidiana. Casi todos, también, con mayor o menos resistencia y por presión de los requerimientos sociales, están «aceptando» que las mujeres penetren en el ámbito público del trabajo y el poder, pero muy pocos deciden entrar —excepto como ayudantes— en el mundo doméstico, lugar donde actualmente parece encontrarse el «núcleo duro» de la desigualdad.


Evidentemente, los programas preventivos no pueden ignorar estos perfiles masculinos para diseñar sus estrategias, dados los diferentes grados de resistencia ante el problema de la violencia de género.

Los que hacen la Pega

Hombres que trabajan en el campo de las intervenciones profesionales contra la violencia de género.

Otro estudio en México (Herrera, 2006) también nos describe modos de percibir y posicionamientos de los y las profesionales en el sistema sanitario, y pone de manifiesto la alta normalización que dicho sistema impone a los casos de violencia de género: sólo las formas graves generan actitudes profesionales eficientes, lo demás se minimiza o se ignora.


Detecta cuatro tipologías integradas por proporciones diferentes de mujeres y hombres:

• Los «minimizadores» de la violencia» (casi todos hombres), con un discurso tradicional basado en los estereotipos de género.


• Las «empáticas» (todas mujeres) con un discurso antiviolencia basado en valores tradicionales de género (la mujer debería saber resolver el problema).


• Los «educados» (casi todos hombres médicos) con un discurso antiviolencia basado en algunas ideas sobre «lo moderno» (la violencia es un tema de maleducados e ignorantes).


• Progresistas, con un discurso antiviolencia basado en los derechos de la mujer.


El colectivo masculino es el que presenta mayor cantidad de integrantes en el primer y tercer tipo, lo que hace concluir a los investigadores que se debe trabajar con ellos para problematizar su percepción e implicarlos como aliados en la lucha contra la violencia de género.

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