lunes, 20 de septiembre de 2010

The Collapsible Woman/ La Mujer Colapsable

Cortesia Ofelia Andrades
www.ofeliamadariaga.blogspot.com

Traducción beatriz sotomayor

Respuesta cultural a la violación y el abuso sexual

Escrito por Vanessa Veselka, publicado en 1999 en Bitch Magazine

Vanessa es una mujer de notable inteligencia, reflexión y cultura, quien nos ofrece un análisis profundo y fuera de lo común de acerca de la respuesta cultural a la violación y al abuso sexual. Vanessa (quien paso por esta experiencia) esta cualificada para opinar (brillantemente) sobre las diferencias entre el estereotipo y la vida real y también sensibilizarnos sobre la falta de reflexión y el peligro que están a la base de estos estereotipos. Nota: USA, es otra cultura, pero aun así hay cosas que en Chile aplican.

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The Collapsible Woman/ La Mujer Colapsable


La mujer Colapsable—un modelo de salud mental para un número incontable de individuos/as. Ella es demasiado débil para oír debate, demasiado suave para hablar abiertamente acerca de su experiencia, y demasiado frágil como para esperar mucho de ella. Esta definición ni se acerca a dar cuenta del carácter y la fortaleza que pueden ser encontradas entre nosotras/os. En vez de eso, nos muestra como sin humor y diluidas, y tiene una similitud demasiado cercana a la mujer victoriana enfermiza. Y ahora, como entonces, cuando un modelo de fragilidad total es sostenido como una virtud, las mujeres viven con esa imagen por falta de alternativas. “Colapsa,” le susurramos. “Estaremos allí, para sostenerte.” Y si no lo haces, llámanos cuando este lista. Cualquier trabajo sobre el tema de la violación y el abuso nos da la misma visión de la mujer colapsable. Vemos la misma lucha por la sanidad y pureza y la misma imagen de la vida después del proceso catártico de renovación. Las historias de “sobrevivientes” están debajo de titulares que nos recuerdan que estaremos marcadas por siempre. Esto puede ser visto como apoyo, o como cultura de victimización—pero ninguna de las dos posturas nos ofrece demasiado. Tiene que haber algo mejor que el “premio” de ser llamada/o sobreviviente, una alternativa al rol de neurótica/o acosada por el dolor.

Existe una diferencia entre la sana vulnerabilidad, la cual es la habilidad de confiar y de aguantar las inevitables heridas de la cercanía emocional, y el endiosamiento de la fragilidad. Esta última no nos ofrece nada más que una religión en la que el pináculo de la santidad es la habilidad de romperse y colapsar en todo momento, por cualquier cosa, y llamarlo un retorno a la sanidad mental. No estoy cuestionando las emociones reales, las pesadillas, las lagrimas y el dolor; son el derecho inviolable de todo/a ser humano/a. Pero es malentender esto, el que lleguemos a mostrar el ideal de la “recuperación” a una mujer que no pueda ir al almacén sin que sus “asuntos” “gatillen”? Seguro, hay días, a veces meses en la vida de cualquiera que haya sido violada/o cuando la necesidad de auto protegerse de la dureza del mundo exterior es absoluta. Necesitamos, eso sí, tener algo más que una existencia sin piel (absolutamente expuesta y sensible) en algún momento.

¿Qué joven mujer, confrontando su pasado por primera vez, puede respetar a una mujer adulta cuta sensibilidad esta tan aguzada que ya no puede socializar normalmente y debe estar envuelta en algodon emocional para sentirse “segura” en los mas básicos encuentros humanos? ¿Dirá ella acaso “Quiero ser eso”? ¿Ella vera el llegar a buenos términos con su pasado como un deseado paso hacia la madurez? No—ella probablemente construirá paredes que pasen por fortaleza en vez de las defensas necesarias y la confianza que son fortaleza. Con toda la cobertura de los medios y la atención que se le dio a las víctimas de violación en estos años recientes, aun nos faltan modelos que elogien a las mujeres por continuar con sus vidas en vez de soportarlas.

Como cultura, les decimos a las niñas desde la cuna que la violación es la peor cosa que les puede llegar a pasar. Les decimos que destruirá sus vidas y que perderán su sentido de pureza. Lo hacemos porque es verdad, y estamos tratando de prepararlas para que no se sientan tan solas cuando sucede. ¿Pero acaso no las estamos preparando para ser destruidas y que se sientan sucias e impuras? ¿No nos estamos entrenando para colapsar? El conveniente uso de palabras como “sobreviviente” y “victima” no cambian realmente los mensajes que damos. Mientras no hay un lado positivo para la violación y el abuso que se pueda enfatizar, debemos decir otra verdad, una verdad más grande. Debemos decir, “Esto destruirá tu vida por un tiempo,” o “a veces te sentirás sucia/o.” Pero no lo hacemos, y nos quedamos con la impresión de que no hay otras respuestas sanas que no sean desplomarse. Es como si viéramos es sobrepasar el trauma como negando el impacto.

Se espera que una mujer violada colapse, y no solo privadamente; ella se debe desintegrar públicamente, frente a amigos/as, frente a profesionales, frente a Starbucks. Sacia nuestro deseo de tragedia estilo coliseo romano. Queremos animar a nuestros/as gladiadores/as por su bravura mientras se destrozan en la arena. Si una mujer elige no actuar de acuerdo al estereotipo de víctima, sino que busca su propia manera en privado, decimos que esta “en negación”. Si no la vemos fragmentarse decimos que no está lidiando con el asunto. No respetamos a las mujeres que ponen límites y dicen “no colapsare para ti”. O las tratamos como si no tuvieran emociones o minimizamos la importancia de su experiencia de violación/abuso porque no nos cuenta sus noches oscuras personales.

La creencia de que una experiencia catártica es necesaria para la sanidad mental y la sanación debe ser cuestionada. He visto a algunas mujeres presionarse a si mismas, tratando de gatillar un ataque de nervios, y, en vez, quedar atrapadas en miedos neuróticos. He visto al alivio que sigue a la catarsis ser remplazado por la angustiosa sensación de que la revelación no fue lo suficientemente profunda; He observado a mujeres culparse a sí mismas por su incapacidad para desmoronarse. En vez de ser elogiadas por su voluntad de no quebrarse, se las piensa como “aun no están listas”. De esta manera, ponemos la culpa por el sufrimiento de vuelta en la victima. Se vuelve su falta el no estar suficientemente desarrolladas espiritualmente como para colapsar. Hasta que se desmorone, ella no puede perdonar, y hasta que perdone, jamás estará totalmente sanada. El colapsar se ha vuelto una meta en sí mismo.

Otrxs escritorxs han dado a conocer quejas similares acerca de la retorica de la recuperación. Desafortunadamente, muchxs de ellxs piensan que el abuso sexual y la violación son problemas sobredimensionados que las mujeres simplemente tienen que superar, lo que los/las llevan a caerse teóricamente – en vez de plantear—buenas preguntas. En The Morning After, Katie Roiphe implica que el aumento de la consciencia sobre violación y abuso perpetuán la victimización misma. En ningún punto ella da lugar a la experiencia humana o a la compasión, y por lo tanto su argumentación termina siendo nada más que posturas superficiales y teorías de sentido común, que buscan impactar. No es que su pensamiento tenga ningún merito—pero como lo expone tan groseramente, es fácil pasar por alto sus pocas afirmaciones validas. Por ejemplo, ella afirma, correctamente, que hay una similitud espeluznante con lo que ella llama s “el cuento de la víctima,” pero entonces ella asume, ignorantemente, que la sintaxis en común significa insinceridad. Pero un estilo narrativo compartido no es prueba suficiente de que el contenido sea insignificante: Millones de católicos y católicas recitan el credo de los apóstoles, mientras que algunos lo repiten de memoria, otros lo encuentran una experiencia poderosa. Dado el tenor del enfoque de Roiphe, no es sorprendente que feministas inteligentes la hayan rechazado completamente. Mientras no estoy de acuerdo de ninguna manera con su argumento principal de que las llamadas “rape crisis feminists/feministas de la crisis de la violación” sean un problema mayor que los violadores, su observación de que el debate sobre el abuso puede ser destruido simplemente al decir, “Tu no lo entiendes,” es astuto y necesita reflexión.

Detrás de esa frase defensiva esta la implicación de que una mujer que ha sido violada o acosada es demasiado débil para escuchar un punto de vista opuesto. Si el interrogar severamente a una mujer traumatizada sobre sus métodos particulares de afrontamiento es falto de tacto y probablemente cruel, el asumir que somos incapaces de manejar el debate en un nivel más amplio es peor—es degradante. Cualquier dialogo que automáticamente suprima la disensión sobre la base de que es demasiado doloroso para continuar no es dialogo, sino una manipulación del modo de debatir. Desesperadamente necesitamos ampliar el rango de respuestas consideradas saludables para los y las sobrevivientes de abuso. Ahora mismo, tenemos el modelo del colapso y tenemos su sombra, represión. Si no estás colapsada, estas reprimida. Punto.

La manera de salir de este aprieto es descubrir y crear nuevas imágenes para las mujeres y las repercusiones de la violación. Pero antes de que podamos hablar sobre introducir nuevas imágenes, primero debemos examinar como vemos la experiencia misma.

Si has sido violada o abusada, estas marcada de por vida. Jamás volverás a ser como eras antes de esa experiencia. Esto también es verdad cuando nos enamoramos, nos rompen el corazón, vamos a la guerra, tenemos un/a hijo/a, o leemos un gran libro. Todo lo que corta profundamente nos marca. Estar “marcada/o de por vida” no es la característica definitoria de una persona que ha sido violada; estamos todos/as marcados/as de por vida el minuto que nos relacionamos íntimamente con el mundo exterior. La diferencia es la naturaleza de la herida.

El desorden por estrés post-traumático (PTSD siglas en ingles) es un sistema por el cual el cerebro reprime una memoria que, de estar disponible, podría destruir la salud mental de una persona. Si bien no todas las víctimas de abuso sexual y violación lo tienen, es común entre los y las sobrevivientes. Cuando el sistema está intacto, hace posible el funcionar cotidianamente sin quedarse totalmente incapacitada. Cuando comienza a fallas, la persona puede volverse temporariamente catatónica o ser llevada atrás al periodo del trauma. Sin embargo, las mujeres que han sido abusadas no son el único grupo numeroso que sufres de PTSD; es común también en veteranos/as de guerra. Al mirar a ambos grupos, uno predominantemente mujeres y el otro predominando los varones, puede iluminar el sesgo de género alrededor del trauma, PTSD, y recuperación.

Los/as veteranos/as no lo tienen de ninguna manera más fácil que las mujeres abusadas. Han tenido que pelear duro para vencer la imagen de cartón del veterano de Vietnam loco—pero algo de progreso ha habido. Películas como Born on the Fourth of July y otras han introducido de manera efectiva una nueva imagen de los veteranos. Hoy en día, cuando vemos veteranos en una película dramática, a menudo son fuertes, personajes profundos quienes comandan respeto. En algún punto, cuentan la historia de cómo se sobrepusieron o pasaron por su experiencia de estar en una guerra. Frecuentemente, relatan el apoyo de otros veteranos. La imagen emergente de un veterano es de un hombre quien, a pesar de estar marcado, ha encontrado sanación y dignidad. En el mundo real, cuando conocemos a alguien que estuvo en Vietnam, a menudo tenemos un quieto sentido de respeto por los horrores que han visto. Les damos lugar, con deferencia a su más amplia experiencia humana. Pero, cuando conocemos a una mujer que ha sido abusada sexualmente o violada, ese complejo sentido de respeto se reduce a lastima, o el impulse de protegerla como si fuera una niña. A ella no se le da la misma dignidad u honor por haber atravesado terreno similar.

Todos los actos de violencia que cambian nuestras vidas son también actos de traición. La violación es traición. El abuso sexual es traición. Darse cuenta de que tu país es capaz de vastas atrocidades es traición. En este momento, nuestro vocabulario cultural incluye una imagen del veterano quien, aunque pueda haber pasado por un episodio de fragmentación, ha salido de él más fuerte y, quizás, más humano. No tenemos imágenes así para las mujeres violadas. No esperamos que ellas se sientan seguras sin esfuerzo mental concertado y un ambiente protegido. La simple lógica nos dice que gente que ha estado bajo fuego y visto a otra gente volar en pedazos tendrían un tema con la seguridad tan intense como la gente violada o abusada, pero todavía tendemos a juzgar su capacidad con estándares separados. Si bien algo de ese sesgo (prejuicio) se puede atribuir a los viejos estereotipos que llama a los hombres Fuertes y a las mujeres sensible, eso no da cuenta de todo. Ambos violación y guerra involucran violencia traumatica. En años recientes, las feministas han dado la pelea para mostrar la violación como un acto de violencia y no de lujuria. Si bien ha sido difícil y necesario, se le escapa algo importante. El problema real no es que tratemos a la violación como sexo, sino que la tratemos como robo.

Merriam Webster’s Collegiate Dictionary define a la violación como sexo forzado y también como robo—“robo o saqueo,” para ser exactos. Es decir, una mujer violada es la victima de robo. No solo fuiste violada, le decimos. Fuiste saqueada. Algo de valor intrínseco te fue robado. La creencia ferviente de que esto es verdad es evidente por todos lados. Desde las culturas tradicionales que tratan a las mujeres violadas como una perdida monetaria a los movimientos más progresistas que hablan en términos de “reclamar de vuelta” a una misma y el “adueñarse” de la experiencia, consistentemente usamos el lenguaje del robo. Le decimos a una mujer claramente y en voz alta que si fue sexualmente violada ha sido robada, y que los objetos robados fueron la pureza y la inocencia. Con las mejores intenciones, aun le decimos, “Lo siento por tu perdida.” Le pediremos que “reclame” su experiencia, en vez de dares cuenta de los efectos. La verdad es, si has sido violada o abusada, nada te ha sido robado. The low-life/la poca cosa que lo hizo tiro su alma a la basura, pero la tuya está intacta. Mientras nos agarremos al concepto de violación o abuso como robo, En último caso esto nos lleva atrás a la creencia de que el valor y el sentido de sí misma de una mujer yacen en su pureza sexual. Mientras los artefactos “robados” sean sus virtudes definitorias, podemos hablar de su condición solo en términos adueñamiento y pérdida. El implicar que profundamente dentro de cada mujer hay algo esencial que puede ser visto o tocado, un recipiente conteniendo su yo real que puede ser robado por alguien más, es una absoluta objetifi­cación de las mujeres.

Tanto como necesitamos repensar nuestras definiciones culturales de violación, el reenmarcar la violación como violencia es bien intencionado, e intuitivo, es limitado, difícil e insuficiente. Todos/as sabemos que supuestamente debemos pensar que la violación es pura violencia, pero, por mucho que lo intentemos, lo más cercano que obtenemos es un acto sexual violento. Hay buenas razones para esto. Cuando alguien es atacado violentamente, pero no sexualmente, él o ella naturalmente se siente invadida—pero esa sensación de invasión es mas metafórica que física. Cualquiera que es violado/a, sin embargo, es invadido/a. Alguien mas esta dentro de ti. No es una metáfora. Es real. La violación, es entonces, intimidad forzada tanto como violencia. No podemos verlo como un crimen no sexual porque no lo es. Algunas violaciones están motivadas por el deseo de poder a través de la violencia y otras están motivadas por la lujuria y la racionalización egoísta. De cualquier manera, el acto en si mismo involucra sexo. Cuando eres violada, no es un simple ataque—es una violación completa de ambos, cuerpo y sexo junto a un muy feo recordatorio de milenos de sometimiento de la mujer.

Desafortunadamente, hasta que podamos cambiarlo, esos son los mensajes que tenemos y tendremos que lidiar con ellos. Las mujeres en verdad se sienten robadas—y eso es real. La sociedad nos trata como amputadas y reparte los mismos golpecitos condescendientes en la espalda: “Caminas súper bien para alguien sin piernas.” ¿Gracias?, Aunque el hablar del abuso sexual o la violación se ha vuelto más aceptable en los últimos 15 años, es todavía solo aceptable cuando se adopta un tono especifico, testimonial. Por raro que sea, esto viene menos de la victima que de los oyentes. La palpable incomodidad de los/as amigos/as a menudo hace difícil hablar. Tu no los quieres bajonear cuando hablan de un libro que acaban de leer, incluso si los temas se relacionan. El problema no es que seamos tan sensitivas que terminemos en un abrazo de grupo compartiendo lágrimas en vez de terminar de conversar. El problema es que la imagen de una mujer violada no la dejara ser nada más que una invalida el momento en que abra su boca y diga, “Fui sexualmente abusada.”

El mayor obstáculo a la introducción de modelos nuevos de respuesta aceptable a la violación son nuestras propias buenas intenciones. Después de años de escuchar, “Supéralo,” las doctrinas que nos alientan a ser blandas como niñas han sido un cambio bienvenido. Hay un punto, sin embargo, en el cual el ablandarse a una misma puede dejar de ser un alivio y convertirse en una obsesión debilitante. Desafortunadamente, los significados de palabras como fuerte y débil se han vuelto tan acarameladas, que tan solo el discutir una nueva dirección para nuestra respuesta se llena de sesgos políticos no intencionales. Hoy en día, en la cultura de la autoayuda, una persona fuerte es alguien que muestras su debilidad emocional y una persona débil es alguien que se esconde tras paredes de fortaleza. Este tipo de habla de terapia de grupo se ha vuelto su propio dogma y puede hacer el debate confuso en el mejor de los casos. Y, en el peor, imposible.

En el fondo, USA adora el estoicismo. Llenamos de romance el rol del héroe que no llora, incluso cuando sabemos que hay cosas mejores. De muchas maneras, es el corazón de nuestra identidad nacional. Definió al estadounidense ideal hasta los 50s, y nos afecta a todos. Podemos haber tratado de matarlo en terapia, o pisotearlo debajo del taco de la sensibilizada Pero ha sido criado en nosotros. En la superficie representa la brutal mentalidad que no para ante nada y se desconecta con las emociones como si fueran ruido en la radio, y aun así no nos lo podemos sacudir—porque debajo de esta oda a la represión yace algo mucho más poderoso. Dentro de cada historia de John Wayne esta el mensaje de que podemos sobrevivir a cualquier cosa. Te dice, no tienes que hacer compromisos; puedes pasar por so sin dejar que te rompan. Aunque el empaquetado es demente, el mensaje mismo tiene algo de valor.

La limitada imaginación de algunas feministas de los ’80s nos trajo un modelo de poder femenino que no era nada más que el reflejo en el espejo del hombre de los ’50s. Adopto solo el mal empaquetado del agresor hambriento de poder, en vez del más discreto mensaje de sobrevivencia. Debajo del estandarte “ahora me toca a mí,” las mujeres que usan a los hombres por razones de status y de reafirmar el ego, o que prosperaron en políticas desalmadas de oficina, se sintieron dotadas de gloria feminista. Incluso cuando esas posturas estaban claramente divorciadas de cualquier movimiento real para el cambio social, el acto de replicar la represión y las tácticas del varón USA estereotípico fue visto por algunas como una parada política. El santificar las bravuconadas que en verdad son pura apariencia fue un atajo poderoso en el imaginar una mujer más ponderosa. Permitió que afirmaciones irrelevantes como “But I wear lipstick/Pero uso pintalabios” parecieran tópicos de interés y distrajeron a las mujeres de una miríada de temas de mayor importancia.

Desafortunadamente, las mujeres sexualmente abusadas o violadas, poco convencidas por las imágenes actuales de la recuperación, a menudo caen en este modelo de represión y falsa dureza. ¿Quién las puede culpar cuando la única opción “positiva” presentada es una que promete un colapso total y la ausencia permanente de piel (es decir vivir al borde del ataque de nervios permanente)? La bravuconada descarada y arrogante de una pobre muchacha que le teme a sus propias emociones es un testimonio triste de lo poco que se le ofrece a ella como salida posible.

Había una escena en una película. Creo que era Mi Vida Loca, en la cual una joven se acerca a otra que habían fregado totalmente y le dice “be a macha” y que se cuide. En vez de macha siendo la gemela de macho, el bruto, aquí hay mas del Yiddish mensch: Defiéndete. Se humano/a. Muestra dignidad. el comando de ser una macha entonces se vuelve el llamado de una mujer a la otra de que encuentre su coraje y se sobreponga a lo que sea que está tratando de destruirla sin perder su orgullo. Lamentablemente, no tenemos lenguaje en nuestro dialogo actual sobre la violación y el abuso para hacernos llegar este mensaje entre nosotras. Nuestra historia nos lleva a interpretar una declaración así como una orden de sentir nada y lograr cosas (es decir presión, no apoyo). Automáticamente se asume que la vulnerabilidad, la compasión, y la necesidad de confiar en otros no tiene lugar en esta manera de pensar porque lo relacionamos al modelo bravucón de la fortaleza femenina prestado de los hombres de los ’50s.

El asunto es entonces como desenmarañamos la poderosa llamada a ser macha de la expectativa cruel e insensible a la bravuconada y a la represión. En un contexto cultural que glorifica la voluntad de hierro del/la individua/o, incluso el introducir el modelo de la macha junto con la imagen devastada de la mujer sexualmente abusada y violada es difícil. Estamos culturalmente entrenados, tradicionalmente, para ver esos ideales como opuestos e interpretar al modelo más “fuerte,” estereotipadamente masculino como el preferido. Paradójicamente, en la cultura de la autoayuda, nos entrenan para deshacernos del modelo más “fuerte” y favorecer el devastado, tradicionalmente femenino para esta demostración emocional. Esta polarización es un constructo innecesario; a veces ambos son una respuesta natural a una experiencia traumática. Lo que estoy sugiriendo es que ampliemos el rango para incluir algo más representativo de nuestro potencial verdadero.

Necesitamos articular una nueva visión que iguale la fortaleza femenina no con represión y bravuconada, sino que con compasión y fuerza. Durante los ’50s, las mujeres de la clase media fueron separadas de sus hermanas, tías, y abuelas para encontrarse con el aislamiento en los suburbios. Esta casita que encerraba a la dueña de casa lejos de su familia fue defendida como el derecho de la mujer moderna. En vez de eso paso a ser un legado de silencio y Valium. El modelo único de recuperación del abuso sexual y la violación que requiere que una mujer viva en un capullo de auto-obsesión y lo llame un ambiente seguro tiene el mismo potencial para el aislamiento social.

También tiene un parecido espeluznante a la mentalidad de las “esferas separadas” que las primeras feministas pelearon tanto por destruir. En la Era Victoriana, por ejemplo, era popular estar enferma. Habían incluso sofás para desmayarse (fainting couches), mobiliario diseñado para colapsar. La idea era el desvanecerse visiblemente porque era mejor ser alabada por un desfallecimiento trágico que no ser reconocida por nada.

De Nuevo, la fragilidad esta en boga. No estoy sugiriendo que los periodos de vulnerabilidad extrema hayan sido orquestados o que no sean sinceros. Idealizar un estado de colapso emocional, en vez de la fuerza necesaria para superarlo, atrapa a las mujeres en la creencia de que sobreponerse al trauma es herejía. Tenemos que ser capaces de mirarnos las unas a las otras y de decir, “Be a macha/Se una macha,” y saber que eso significa, “Llorare contigo, tomare tu mano, y te daré tiempo. Pero no te miraré mientras duermes.” Hasta que podamos susurrar la verdad, que nada te fue robado, eso era una mentira—y honrar a las mujeres por ambas su compasión y su coraje, no pararemos de darnos vuelta. Seremos siempre la mujer colapsable.

Vanessa Veselka es una música de 29-year-old y una escritora quien cree que el despotricar públicamente y el pensar claramente son derechos humanos, que a pesar de haber sido calumniados, pueden a veces ir de la mano.

Número de Atención a Víctimas de Delitos Violentos en Todo Chile
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